ESTUDIO DE LA PALABRA | CICLO B – XIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO

21 junio 2021

Propuesta de Lectio Divina personal (o en grupo)

XIII DOMINGO DE TIEMPO ORDINARIO Ciclo B (Mc 5,21-43)

 

 

ORACIÓN

Creemos que estás en medio de nosotros, Padre, y en nuestro interior;

creemos que el Espíritu de tu Hijo nos impulsa.

Te pedimos que no dejamos de estar abiertos al Espíritu,

y que sepamos escuchar sus insinuaciones.

Que venga sobre nosotros tu Espíritu

que nos ayude a conocer más a tu Hijo

a través de la Palabra que ahora escucharemos.

(B) PASOS PARA LA MEDITACIÓN

  1. LEE…

¿Qué dice el texto?

Atiende a todos los detalles posibles. Imagina la escena. Destaca todos los elementos que llaman la atención o te son muy significativos. Disfruta de la lectura atenta. Toma nota de todo lo que adviertas. Para la comprensión del texto te pueden servir los comentarios que te ofrecemos a continuación.

Texto (Mc 5,21-43)

En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva». Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba. Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando: «Con solo tocarle el manto curaré». Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: «¿Quién me ha tocado el manto?». Los discípulos le contestaban: «Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: “¿Quién me ha tocado?”». Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad». Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: «Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro?». Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: «No temas; basta que tengas fe». No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos y después de entrar les dijo: «¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida». Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, la cogió de la mano y le dijo: «Talitha qumi» (que significa: «Contigo hablo, niña, levántate»). La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

Comentarios:

Si los gerasenos terminan rogando a Jesús que se marche, en la otra orilla del lago, donde había caído ya la semilla de su palabra, hay alguien esperándole para suplicarle que fuera a su casa. Es un personaje importante, un jefe de la sinagoga, uno que reúne a la comunidad y que está a punto de verse separado de su propia hija. Jesús accede a la súplica con el gesto de ponerse en camino. En el trayecto hay una pausa. Entre la multitud que le sigue y oprime una mujer logra tocar su manto y se ve libre de su hemorragia. Esta pausa, motivada por una mujer en el anonimato, provoca un cambio de situación. La hija de Jairo muere, y lo que iba a ser una curación debe convertirse ahora en una resurrección. El evangelista nos conduce así, mediante una narración tensa y de carácter concéntrico, al punto culminante de la actividad milagrosa de Jesús.

Los dos milagros, perfectamente ensamblados y con numerosos puntos en común, tienden hacia un mismo objetivo: revelar el poder de Jesús e instruir al mismo tiempo sobre el poder de la fe. Sanando a una hemorroisa, es decir, a una mujer legalmente marginada por impura (véase Lv 15 19-30), a una persona herida en lo más profundo de su ser (Dt 12 23: La sangre es la vida), Jesús aparece como el único médico capaz de otorgar al ser humano su genuina dignidad, la vida verdadera y la paz auténtica. Resucitando a la hija de Jairo, el poder de Jesús se hace todavía más palpable. Es capaz de comunicar la vida incluso al que yace en la muerte.

Ambas acciones milagrosas, aunque revestidas de un lenguaje en el que laten ciertas ideas populares sobre la efusión de las fuerzas curativas, distan mucho de ser meros actos de un mago deseoso de gloria. Son prodigios realizados sólo gracias a la fe: una fe sencilla, pero firme (hemorroisa) e incluso probada (Jairo), que contrasta con la perplejidad de los discípulos en la tempestad del lago, y que se convierte en modelo para todo el que en su tribulación quiera acercarse con éxito a Jesús.

Tras haber presenciado el milagro de resurrección, los testigos del mismo, entre los que destacan Pedro, Santiago y Juan, deben guardar silencio. Dadas las circunstancias, parece una orden extraña y paradójica. Tiene, sin embargo, pleno sentido. Jesús se ha revelado como vencedor de la muerte. Sí. Pero esta revelación es todavía demasiado imperfecta. Su victoria consiste tan solo en haber prolongado unos años la vida de una niña. Hay que esperar a otra victoria más sublime y reveladora, de la que ésta es sólo signo y anticipo. Será la victoria sobre su propia muerte. Entonces aparecerá tal cual es y podrá divulgarse ya su identidad.

  1. MEDITA…

¿Qué me dice Dios a través del texto? Atiende a tu interior. A las mociones (movimientos) y emociones que sientes. ¿Algún aspecto te parece dirigido por Dios a tu persona, a tu situación, a alguna de tus dimensiones?

Sugerencias:

La fe establece el vínculo con el Dios de la Vida…

“Gracias a la fe, cuando la vida se ausenta, viene la fuerza”

                 –     “Tu fe te ha salvado”

                 –     “Levántate”

  1. CONTEMPLA Y REZA…

¿Qué le dices a Dios gracias a este texto? ¿Qué te mueve a decirle? ¿Peticiones, alabanza, acción de gracias, perdón, ayuda, entusiasmo, compromiso? Habla con Dios…

Sugerencias:

¡No temas! Señor,

cuando te acercas a nosotros,

lo primero que transmites es confianza.

Señor, las dificultades de la vida, la oscuridad,

me hacen ser una persona temerosa.

Ante ti no es posible el temor sino la confianza.

  1. ACTÚA…

¿A qué te compromete el texto? ¿Qué ha movido la oración en tu interior? ¿Qué enseñanza encuentras? ¿Cómo hacer efectiva esa enseñanza?

  1. COMPARTE…

Si la Lectio se hace en grupo, podéis compartir con sencillez lo que cada uno ha descubierto, para enriquecimiento del grupo.

  1. DA GRACIAS…

Puedes acabar este momento con una oración: expresa a Dios lo que has vivido, dale gracias por lo que te ha manifestado, y pide al Espíritu que te haga pasar de la Palabra a la vida.

Gracias, Padre, por lo que me has revelado con esta Palabra.

Ayúdame a progresar en el conocimiento de tu Hijo, Jesús,

y hazme dócil a la acción del Espíritu en mi vida.

Fuente Oración: Evangelio al dia 2020 Ed. CCS